top of page

Sobre el cansancio y la búsqueda de lo esencial

El otoño, la fina lluvia, el caer de las hojas, se convierten en una de mis estaciones favoritas para escribir y también para "volverme un poco hacia mi misma", reflexionar sobre los cientos de acontecimientos que han pasado a lo largo del año y enfocar la recta final. Reviso lecturas inacabadas, y trato de descifrar mis propias anotaciones en sus márgenes, reflexiones e ideas que las palabras leídas me han sugerido.

Y quizás porque el otoño es "la muerte anunciada" de parte de la naturaleza que rebosó de exuberante belleza en la primavera, quizás porque es la estación de la cosecha, tras el verano cálido y dulzón de las abejas y flores, es el periodo del año donde más regreso al silencio y a la búsqueda de lo esencial para mí.



Las búsquedas hacia dentro, en mi caso, se hacen releyendo, examinando o contemplando los trabajos de otros escritores, poetas, filósofos o fotógrafos cuyos proyectos deambulan en busca de lo esencial, lo que permanece después de que todo lo demás se haya desvanecido, y lo curioso es que casi siempre son revelados en blanco y negro.

Me interesan particularmente los trabajos que, de alguna manera, se centran en dilucidar lo que recordamos y lo que se olvida, en una búsqueda emocional y quizás espiritual que parece responder a la pregunta de qué es lo que queda cuando todo lo demás desaparece, lo que cada cual considera esencial y da sentido y propósito a lo que hace con su vida.

Cuando una llega a cierta edad —yo tengo ya más de cincuenta años—, eso de preguntarse por lo esencial se vuelve más importante, quizás porque el tiempo definitivamente parece acortarse, pasa más deprisa y hay una sensación profunda de que no se llega a todo, no se pueden abarcar todas las posibilidades, y hay que asumir que se necesita renunciar a algunos caminos, ¿pero cuáles?




En estas reflexiones andaba el pasado fin de semana, viajando en tren, cuando se sentó a mi lado, en un corto trayecto de poco más de dos horas, una joven estudiante, cuyo nombre no pregunté, pero cuya conversación acerca del profundo cansancio que sentía por sus estudios y su vida me llevó a revisar dos lecturas: La sociedad del cansancio (2012) del filósofo Byung-Chul Han y Black Zodiac del poeta Charles Wright. La joven en cuestión viajaba a Madrid tras el fin de semana en su ciudad natal, una pequeña ciudad de provincias, donde, según ella, la vida es mucho más tranquila, aunque no pensaba eso cuando vivía allí. Creo que la primera palabra que me hizo reparar e interesarme en la conversación fue "cansancio", luego "parece que nunca es suficiente" y después, en cascada, aparecieron otras a las que ya estoy muy acostumbrada cuando hablo con jóvenes: "aburrimiento", "ansiedad", "trastornos psicológicos", "estrés", "exigencia". Con ojos apagados, también me habló de las noches en la capital, las discotecas, "la fiesta", y entonces soltó una frase que me dejó pensando en mi propia vida de estudiante... tan lejana ya: "Vosotras lo teníais más fácil, todo era mucho más simple".

No sé cuántos años tendría esta joven, quizás no llegaba a los veinte y, si los tenía, no creo que los hubiera cumplido hace mucho. También olvidé preguntarle qué estudiaba, al fin y al cabo creo que cualquier carrera hoy en día provoca esa necesidad de perfección en las notas, estrés por futuros todavía inexistentes.

Una vez que bajó en su parada, me quedé aún más pensativa. Traté de recordarme a su edad. Me resulta difícil ya recordar algunas etapas lejanas como esa, la de estudiante universitaria, pero, ¿estaba yo tan cansada de vivir?

Ante la falta de recuerdos propios, rebusqué en mi tablet, entre mis libros electrónicos, y me disolví entre las anotaciones en los libros de otros.




El filósofo Byung-Chul Han describe este fenómeno en su libro La sociedad del cansancio (2012), donde analiza cómo el exceso de demandas y la autoexplotación propia de nuestra era afecta nuestra capacidad de descansar, tanto física como mentalmente. Lo interesante es que este agotamiento no surge solo por el exceso de trabajo, sino por la necesidad de hacer múltiples cosas al mismo tiempo. La multitarea se ha convertido en una norma, y parece que hemos dejado atrás la secuencialidad de hacer una cosa después de otra. Antes, las decisiones eran más simples: empezabas una tarea, la terminabas, y luego seguías con la siguiente. Hoy en día, todo se realiza en paralelo, como si tuviéramos que ser capaces de rendir al máximo en todas las áreas de la vida simultáneamente. Sin embargo, este enfoque tiene un costo elevado para nuestra salud mental.

Byung-Chul Han también señala que, en nuestra cultura obsesionada con la eficiencia y el rendimiento, el resultado es un incremento de la presión interna por alcanzar resultados perfectos. El problema no solo radica en la cantidad de cosas que hacemos, sino en la constante comparación con los demás. Nos enfrentamos a una cultura del “demostrar”, donde todo lo que hacemos está sujeto a juicio externo. Esto incrementa la ansiedad, especialmente en las sociedades más desarrolladas, donde la autoexigencia y el perfeccionismo son vistos como virtudes. En cambio, Han observa que en culturas menos centradas en la autoexplotación y el rendimiento, la tasa de ansiedad es significativamente menor. El deseo de demostrar y sobresalir en todo lo que hacemos ha generado una cultura del agotamiento donde la autoexigencia se convierte en la norma. Nos forzamos a ser eficientes en todas las áreas de la vida, desde el trabajo hasta las relaciones personales, lo que nos lleva a un estado de desgaste constante.

Resumiendo, Byung-Chul Han describe una cultura contemporánea marcada por la hiperproductividad, el rendimiento constante y la autoexplotación, donde el sujeto de esta sociedad se vuelve su propio opresor, sobrecargado por la necesidad de autooptimización y éxito, lo que conduce al agotamiento físico y mental, y a una crisis existencial. Este estado de cansancio está profundamente conectado con la sensación de vacío, alienación y falta de sentido.

Así que ese es el punto en que estamos, pero no somos únicos, muchos antes, al lo largo de la historia, se sintieron de formas similares ¿y cómo lo resolvieron ?




Para comenzar la búsqueda de respuestas a esa pregunta, prefiero alejarme de manuales técnicos de psicólogos y psiquiatras, y sobretodo, me alejo de libros de autoayuda que prometen soluciones basadas en supuestos casos que se nos relatan siguiendo "el camino del héroe" tan utilizado en las charlas motivacionales y guiones de cine...

Siendo sincera yo prefiero "leer", "escuchar" o "mirar" a quienes no pretenden decirnos cómo hacer las cosas, sólo cuentan qué piensan, qué reflexiones propias les provocan esas situaciones, y lo expresan sin ninguna necesidad de aconsejarnos o de cómo debemos actuar nosotros.. Por eso, haciendo scroll sobre mis muchos libros digitales, ojeé mis anotaciones en "El hombre en busqca de sentido" (1946) de Viktor Frankl, o las reflexiones subrayadas en "La peste"(1947) una novela de Albert Camus , donde se trata temas existenciales, como el sufrimiento, la muerte y la solidaridad en tiempos difíciles. Obras que destacan la importancia de encontrar sentido a través de la acción y la resistencia.

Pero finalmente me detuve en unos cuantos fragmentos de “Apologia Pro Vita Sua” ("Defensa de mi vida") perteneciente al libro de poemas "Black Zodiac” (1997) del poeta Charles Wrighty que, a mi parecer, reflejan esa búsqueda de lo esencial en medio del paso del tiempo, lo que permanece cuando todo lo demás ha pasado... el transcurso del tiempo y la manera en que las experiencias se asientan en la memoria. Creo que el poema es una reflexión sobre lo que verdaderamente perdura en la vida, lo que permanece en medio del cambio constante...


”¿Qué encontramos en el centro de nosotros mismos?

Nuestras vidas no han sido más que un medio para un fin,y ese fin es el medio hacia otro fin.”

“Todos somos movimientos hechos de movimientos,

la multitud, el polvo inquieto de lo que una vez

fue una estrella. Y aunque estamos incompletos,

nos movemos con la esperanza de la perfección,

de algún destino esencial,

mientras las estaciones pasan.”

“Lo que amamos está hecho de tiempo,

lo que recordamos se convierte en polvo;

somos fantasmas en el paisaje,

y cuando nos vamos, lo que queda detrás es lo que comenzamos.”



La conversación con la joven en el tren me dejó con más preguntas que respuestas. El cansancio, la búsqueda de perfección y la sensación de estar siempre corriendo detrás de algo inalcanzable son parte de las realidades con las que convivimos hoy. Sin embargo, al releer a Charles Wright, Frank o Camus, me doy cuenta de que, en medio del agotamiento y la incertidumbre, hay espacio para encontrar lo esencial, aquello que perdura. Tal vez la respuesta no esté en lograr más o en hacer todo perfectamente, sino en regresar al silencio, a la simplicidad de lo que amamos, a lo que permanece cuando todo lo demás desaparece. Quizá, como dice Wright, nuestra vida no sea más que un "movimiento hecho de movimientos", pero en ese ir y venir, podemos encontrar pequeños momentos de plenitud. Y es en esos momentos donde cada uno puede hallar su propia respuesta, su propia manera de darle sentido a lo que realmente (le) importa...

Antes de terminar, solo recordarme a mí misma y quizás a ti lector o lectora... que "lo que amamos está hecho de tiempo"... y ese es un tesoro del que disponemos limitadamente....



 
 
 

Comments


©2020 por Xana Losada. Todos los derechos reservados.

bottom of page